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En el barrio de El Coecillo, la San Pablo es una callecita de apenas un par de cuadras en sentido oriente – poniente…
Por Francisco Javier Mares
En el barrio de El Coecillo, la San Pablo es una callecita de apenas un par de cuadras en sentido oriente – poniente. Va de la San Pedrito a la calle Sánchez. Entre Acapulco y Candelaria. Esto es a espaldas de la parroquia de La Purísima Concepción, en el jardín de San Juan. La San Pedrito corre de la Luz al bulevar Vicente Valtierra. En su lado sur se llama Guadalajara. ‘La ‘guada’ está en el origen de la ‘zona piel’ de León. Sus fincas pasaron de vecindades derruidas a rentas que pagan tanto o más que en la zona dorada del campestre. Saltó a las páginas nacionales con el caso de los ocho cazadores que salieron de ahí y desaparecieron en la sierra de Zacatecas, en 2010. Al norte, la San Pedrito pierde su casto nombre de nuevo en la esquina que hace la Secundaria federal número uno, con el bulevar Vicente Valtierra que antes, como calle, respondió al nombre de ‘la Carmona’. La San Pablo está en el ombligo del ‘Cuis’. Todavía al arrancar los 70′, algunas cuantas casas cercadas por lotes baldíos. A uno pasos, el enorme solar dominado por ‘Las quince letras’, la tienda de abarrotes de ‘don Cruz’ que abastecía de cerveza los bailes sonideros a tierra suelta. Territorio de ‘los yuricos’. En más de alguna ocasión ‘los golfos’ del barrio de San Miguel, tuvieron la mala ocurrencia de aventurarse hasta allá un sábado cualquiera. Tiempos de peleas de par en par o en campales a puñetazos, botellas rotas y cuchillas de zapatero. “Vamos a ver si hay picaos”, decíamos los menores”. Pandillas grandes, medianas o diminutas a cada tranco. La San Pablo topa en la calle Sánchez, en la finca que fue una cartonera. Los domingos en el bodegón se hacía ‘el cinito’, hasta donde el vecindario acarreaba sus sillas de bejuco, para disfrutar de un par de películas del ‘Huracán Ramírez’ y la Tonina Jackson, de Gastón Santos y de luchadores menos importantes como ‘El Santo’ y ‘Blue Demon’. Al lado, los lavaderos públicos. El sábado, hasta ahí corrió, dicen los periódicos, un hombre perseguido por las balas. Justo en la esquina lo alcanzaron. Cayó a las puertas de un local de calzado. Uno de los plomazos agujereó un carro estacionado. La gente corría. Eran las cinco y media de la tarde. El hombre ni siquiera murió. Allí, al menos. Llegaron las ambulancias. Muchos policías. Los socorristas se lo llevaron. ‘Lo reportan grave’, reportan los reporteros. La gravedad del hecho no estriba pues en las heridas de la víctima, sino en la cotidianidad del propio suceso. Un tipo que corre y es perseguido y acribillado. Casi siempre abatido por pistoleros que huyen sin complicaciones. Simplemente escapan. Es el pan de cada día en las colonias de las ciudades de Guanajuato. Primero fueron las del corredor industrial. De León a Celaya, originalmente. Luego, la violencia escandalizó a San Francisco del Rincón, y después, prácticamente a todas, hasta alcanzar el noreste. El narcomenudeo, primero, y la expansión de la agenda del crimen organizado, después, trastocaron la vida de la barriada en los municipios del estado. Los malos se procuraron consumidores, los hicieron distribuidores y los reclutaron como sicarios. Todos los días matan a los inquilinos de algún domicilio. Llegan, tocan y disparan. Si son fulanos, mujeres embarazadas o infantes los que encuentran, no les importa. La violencia desborda a la entidad. El viernes hubo seis asesinatos en una sola jornada ¡en la ciudad de Guanajuato! Tres de los difuntitos eran agentes federales. Los pobladores los encontraron al interior de una camioneta ‘Van’, abandonada en un paraje de la comunidad de Campuzano, en el municipio de Guanajuato, ya cerquita de Dolores Hidalgo. En uno de los cristales laterales del vehículo, habían escrito con betún para el calzado: “Esto nos pasa por extorsionadores”. Que sí había denuncias de extorsión a quienes explotan los bancos de material, dicen. La confirmación o desmentido será para consumo de los investigadores, no del gran público. Los resultados de las indagaciones se desvanecerán en los archivos. Como siempre. Otra vez: la violencia en Guanajuato se aguiza o atempera en función de la agenda del crimen, no de la autoridad. Matan a quienes deciden matar, dónde y a la hora que a ellos conviene. Punto. En la relación obligada hampa – gobierno, la divisa de cambio es el grado de impunidad. Exigir resultados a las policías municipales, es ‘pedirle peras al olmo’. Los recursos estatales, tampoco pueden. Ni en la prevención, ni en la investigación. En el anecdotario político quedó ya el ‘Abrazo de Acatempan’ del gobernador Diego Rodríguez y el presidente Andrés Manuel López Obrador, en Irapuato. Las buenas nuevas se limitaron a los discursos y a los boletines. La alternativa de respuesta pronta, serían…
LOS FEDERALES
Pero en el municipio de León, los agentes de la Guardia Nacional hacen escala en condiciones denigrantes. El municipio donó a la federación un terreno de dos hectáreas para levantar ahí, a espaldas de la vilipendiada Villas de San Juan, al oriente de la ciudad, un cuartel. Los agentes federales disponen de dormitorios de láminas de cartón y fierro, letrinas y tinacos improvisados. Un campamento de solicitantes de tierra. Tal cual o peor.
Desde la administración de la priista Bárbara Botello, al menos, eso fue de 2012 a 2015, es algo que nuestros gobiernos no han sido capaces de resolver: un cuartel para las fuerzas federales en León. Ha de ser harto difícil. Se habló de la salida a la Sierra de Lobos. Que no, que mejor a la de Silao. Les alquilan bodegas, lo mismo en San Juan Bosco, al poniente, que al extremo contrario en el Vicente Valtierra. A’i que se acomoden.
Finalmente, en 2019 les entregaron el terreno de marras. Al menos están cerquita de los moradores de uno de los rumbos más peligrosos de la ciudad: los mini hogares impulsados por el Instituto Municipal de la Vivienda, el indescriptible Imuvi. Bien, pues ahora están ahí, hacinados.
Hace rato que hemos advertido que el secretario de Seguridad municipal de León, Mario Bravo Arrona, pronto se convirtió en un problema. Nunca fue una opción de mejora. Es todo un problema. Dice que no hay dinero para más.
Es más, en reunión de la Comisión de gobierno, seguridad pública y tránsito del Ayuntamiento, los regidores sopesaron incluso la posibilidad de ‘retirar’ a la Guardia Nacional el predio, porque lo sub utilizan ‘y destinan a fines distintos a los solicitados’.
El punto es que ahí funcionaría también un ‘Banco del Bienestar’, esa loquísima idea de Amlo, de construir oficinitas, habilitarlas como instituciones bancarias y canalizar así ‘los apoyos’ a sus grupos vulnerables consentidos. Ni siquiera tal banco existe en el remedo de cuartel de la Guardia Nacional en Villas de San Juan.
El asunto se pone peor, Mario Bravo arriesga que si no hay dinero para ofrecerles algo mejor, es porque el Gobierno federal desapareció el Fortaseg, y ‘afectaron las finanzas de la secretaría’. Y que así, pues cómo. Es decir, grilla vil, como si a él correspondiera. Ya solicitan que ‘alguien’ los apoye con una bodega, tranquiliza. Y es que llegarían mil efectivos de la Guardia Nacional que, además, en la simpática visión del señor Bravo, vienen ‘a sumarse’ a las tareas que ya ejecutan los municipales. Nivel, hay.
En vía de mientras, los federales, de por sí en la mira de los criminales, de plano acampan con un perímetro delimitado por una malla ciclónica y banderines. Uniformes y colchones al sol.
En recopilación que hace el diario ‘a.m.’, ya han asesinado a 11 agentes de seguridad en el mes y fracción que lleva este 2021. Los más recientes, los tres federales citados líneas arriba. Las víctimas ‘civiles’ se cuentan por centenares. Hasta el mediodía de este domingo, se habían cometido en León ¡48 Asesinatos!, en marzo, apenas a medio transitar el día 21. La repetición de los hechos se perpetúa mes tras mes, año tras año.
Lo cierto es que los asuntos de la seguridad y las consecuencias de la violencia sea del fuero común o del crimen organizado; el discurso formal; y la coordinación entre entes de gobierno, son demasiado serios como para confiarlos al criterio de un par de regidores a la hora del café o un jefe de policías municipales. Demasiada iniciativa.
Hasta hace un par de trienios, era relativamente sencillo distinguir a los actores de la violencia urbana, de las acciones repetidas del crimen organizado. Ya no, necesariamente. En los barrios, las colonias y las comunidades de los municipios de Guanajuato se multiplican los hijos de vecino habilitados como pistoleros a sueldo. Pandilleros dispuestos a matar. Guanajuato es un campo de batalla. Y el gobierno no está ganando…
(A)) LA JAULA
Más de lo mismo.
Nada cambia. ‘Desaparecidos Guanajuato’, informa de dos mil 615 personas en calidad de desaparecidas o no localizadas en el estado de Guanajuato, de 2012 a la fecha. El Fiscal Carlos Zamarripa les comparte que 28 cuerpos han sido identificados y entregados a sus deudos. Pero nada más. Ni una sola palabra sobre el paradero de los cientos de restos encontrados en las fosas clandestinas que se multiplican en el territorio estatal, y que no han sido identificados y, menos, entregados a sus buscadores. En el cauce seco de un río en la comunidad de Cañada de Caracheo, en Cortazar, los colectivos ubicaron los restos de al menos una persona. Todas las autoridades ignoraron su llamado.
No tienen remedio.
Correspondencia: [email protected]
Twitter: TigresDePapel
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