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Murieron veintiséis
Hay un muchacho acostado bocarriba, el gesto tranquilo, los ojos cerrados. Es el único que hurgó así un recuerdo último con la mirada. El pelo corto y un bigote ralo bien recortado. ..
Por Francisco Javier Mares
Hay un muchacho acostado bocarriba, el gesto tranquilo, los ojos cerrados. Es el único que hurgó así un recuerdo último con la mirada. El pelo corto y un bigote ralo bien recortado.
Su mano izquierda hace almohada a la nuca en el hueco entre dos de las colchonetas que alfombraron el cuarto grande, el dormitorio. Con la palma de la derecha calma el estómago. En la camiseta blanca, su diestra y el rostro hay manchas rojas ajenas, intrusas. Llena el primer plano de la viñeta. Otros dos están tirados sobre el piso. Uno de ellos lleva el torso desnudo. Su compañero una playera negra. Bocabajo, parecen beber del lago de un magenta espeso que se agiganta impune, hasta que lo aquieta la cámara fotográfica de un celular anónimo. Después hay otro y otro y otro. En bermudas y pantaloncillos cortos. Descalzos, algunos en calcetines. La vista sorprendida en la huida en busca de refugio en los brazos propios. En los rincones del miedo.
Son un cuadro colorido de cuerpos, mantas y prendas ajadas sin orden ni formación pactada. Como al final de la borrachera adolescente en la barriada. Como en el campamento peregrino rumbo al altar de la virgencita. Bultos azules, rojos, amarillos, verdes, oscuros, difusos, tristes. Al fondo hay un tendedero del que cuelgan jirones de la nostalgia por la vecindad maldecida. La luz que irrumpe desde la ventana en arco, les ilumina como en las obras del arte sacro. Todos están muertos. Pero la instantánea fue después…
Serían unos cinco fulanos, algunos dicen que diez, los que llegaron en un vehículo rojo y en motocicletas al ‘anexo’ ‘Recuperando mi vida’, en la comunidad de Arandas, en Irapuato, el miércoles. Eso fue como a las cinco y media de la tarde. Todos traían rifles de asalto. De esos que les llaman ‘Cuernos de chivo’. Se abrieron paso. A empujones y mentadas de madre juntaron a todos los recluidos. Más de 30. Les ordenaron que se acostaran como pudieran. Los acribillaron a tiros. No en ráfaga. Uno a uno. A sangre fría. Les dispararon en la cabeza, el cuello o el pecho. Eran puros varones. De 17 a 40 años de edad, ‘a ojo de buen cubero’. Ahí quedaron los más. No todos. A un par los encontraron en el pasillo. Fregaban el piso. Ya no se levantaron. A su lado quedó la botella de ‘Cloralex’. A otro, en la sala. Se contaron 24 difuntitos. Siete quedaron heridos. A tres de estos se los llevaron, como pudieron, sus propios familiares. Que dos alcanzaron a correr. Cuando acabaron, los pistoleros, tan tranquilos, agarraron la estatal como quien va a Romita y se perdieron. Ya se murieron otros dos, avisaron de rato. Los noticieros y los periódicos se amanecieron quesque con 24 cadáveres. Los más abusados ya publicaban: 26.
Esto de los ataques a los anexos, no es nuevo en Irapuato. Nada más de diciembre para acá, irán unos seis. Para cerrar 2019, el día cuatro del mes doce, desconocidos armados ‘levantaron’ a 25 internos de ‘El Señor es mi salvador’, en la colonia San Juan de Retana, a 13 los encontraron, el resto continúan como ‘desaparecidos’; el 8 de febrero, ya de este año, de un refugio en la colonia Progresiva del Jaral se llevaron a cinco, y le perdonaron la vida a cuatro, pero incendiaron el local ‘Empezando una nueva vida de esperanza’ y las viviendas contiguas; el 26 de marzo, hirieron a un interno en el anexo “Sin Esperanza de Adicción”, en la colonia Pronasol; el 6 de junio, hace menos de un mes, asesinaron a 10 de los recluidos en el anexo ‘Empezando una nueva vida’; todavía el 23 de junio ‘rafaguearon’ la fachada de otro centro de rehabilitación, sin consecuencias graves.
A nada de los balazos, en la comunidad ‘de Arandas’ aquello es un enjambre de uniformes. Decenas. Lo de siempre. La Cruz Roja y Protección Civil; los municipales; las fuerzas estatales, la guardia nacional; los militares; ministeriales, fiscales y peritos haciéndole al cuento con las evidencias. Por fin, el traslado de las víctimas al Servicio médico forense, para el inicio de la investigación camino al archivo.
El ‘anexo’ en la ‘Cerrada Guanajuato’ de ahí de la comunidad ‘de Arandas’, como sus pares irregulares en el estado, es una vivienda habilitada como tal. De dos plantas, al frente pintado de amarillo una ventana arriba y otra abajo. Un barandal blanco en buenas condiciones. Los muros altos son de ladrillo. Al interior, de paredes rosadas, tres habitaciones, pasillos y patio trasero. Nada más. El hacinamiento como obviedad. La suya y las calles circundantes son hondonadas que alternan baldíos y fincas en obra negra. Un lodazal. Las consabidas cintillas amarillas la delimitan como la escena del crimen. A contraesquina, desde una barda pelona promocionan el ‘Cemento Fortaleza’; su vecina anuncia un baile con el ‘Grupo Exterminador’. Más allá, únicamente vehículos oficiales de insignias discretas; ambulancias; patrullas; camionetas artilladas del ejército. El ir y venir de los hombres del auxilio, la burocracia y la ley entre la maleza y los charcos. Pronto, las escenas de morbo, dolor, frustración y rabia de cada nota roja. Familiares y mirones. Gritos que exigen ver a las víctimas. Identificarlas. Saber. Reclamos por el trato a los adictos internos. ‘Te traje aquí para que te compusieras, no para que te murieras», llora Marina al implorar la suerte de su hijo Rodrigo. Santos, su marido, llegó primero. No le dice que él sabe que sí está muerto.
LA VIDA ES UN TUIT
Apenas la semana anterior, el miércoles 20 de junio. En el mismísimo Congreso del estado el secretario de seguridad estatal Alvar Cabeza de Vaca respondió, a pregunta del diputado panista por Irapuato Víctor Zanella, que los anexos para adictos “se han convertido en ‘semillero’ de la delincuencia organizada, van, cometen sus fechorías, se resguardan en el anexo y por eso, el grupo rival, va y ataca”. Que habría que clausurarlos -Ningún diputado se indignó, y si no aplaudieron fue porque el encuentro se realizó vía remota.
Esta vez, tras el asesinato a los 24 jóvenes el miércoles, las autoridades reaccionaron de inmediato…, escribieron en tuiter.
El alcalde de Irapuato -Ricardo Ortiz: “Lamento lo ocurrido la tarde de este miércoles en Irapuato en el artero ataque a un anexo. Es momento de que todas las autoridades cerremos filas y que, en lugar de la confrontación, trabajemos en coordinación para que nuestro municipio y todo el país, regresen a la tranquilidad”.
El Fiscal autónomo -Carlos Zamarripa: “Condeno y lamento lo ocurrido esta tarde en #Irapuato el artero ataque a un anexo. He designado un equipo especializado para la investigación y esclarecimiento de este cobarde hecho criminal que lacera a la sociedad. Capturaremos a los inculpados y los llevaremos ante la justicia”, -por favor no se ría, en verdad eso escribió y prometió.
El gobernador -Diego Rodríguez, en hilo de 3: “Las vidas arrebatadas por la violencia duelen. Guanajuato y sus instituciones tenemos un compromiso absoluto con la Justicia. Hoy más que nunca es necesaria la intervención coordinada de autoridades federales y estatales, como única vía para afrontar con éxito esta situación” -en el segundo de un hilo de tres..
Para las autoridades, eso fue todo en las horas y en la jornada posteriores al hecho. Por supuesto, desde el aparato oficial nadie habló de renuncias o ceses. La noticia de la masacre en el anexo de Irapuato trascendió las fronteras. En twitter fue tendencia y facebook puso a disposición de sus usuarios en el área una alerta de seguridad para notificar a sus contactos. En las redes sociales llamó la atención el trato despectivo al gobernador Diego Rodríguez.
A ‘la mañanera’ siguiente, AMLO insistió: ‘…No vamos a recomendar a nadie, eso tiene que surgir del propio gobierno, que es el gobierno de un estado libre y soberano, pero sí hay que hacer cambios porque así lo exigen las circunstancias para resolver el tema de Guanajuato”, acá fuera de la nómina y la militancia, pocos estarían en desacuerdo.
Pero, no. Dicho sea sin rodeos, nada parece que vaya a cambiar en Guanajuato -solo son 26 asesinados más (inf., y gráficos en ‘El Sol de Irapuato’, ‘am’, ‘Correo’, ‘Infobase’, ‘Así Sucede’ y redes sociales.)
LA JAULA
Ricardo Monreal, senador por Morena. En twiter, sí. “Los hechos criminales ocurridos en Irapuato, Guanajuato, son condenables y de una barbarie inadmisible. La masacre de 28 personas refleja la destrucción del tejido social y el abandono. No vale el reparto de culpas; se debe actuar sin titubeos ni justificación. Urge justicia ya”. A ver si es cierto.
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