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Punto de quiebre
El de este 2021 es el inicio de año más caótico de la historia reciente de Guanajuato…
Por Francisco Javier Mares
El de este 2021 es el inicio de año más caótico de la historia reciente de Guanajuato, de luto sostenido por las consecuencias letales de la pandemia de covid-19; desangrado por la embestida impune del crimen organizado; una economía desastrada; y un proceso electoral en curso…
Las circunstancias y tiempo en los que ocurre el asesinato al diputado por el Distrito 17 -Juventino Rosas/ Salamanca- al Congreso de Guanajuato Juan Antonio Acosta Cano, integrante del grupo parlamentario mayoritario del Partido Acción Nacional, el PAN, obligarían a una redefinición del quehacer y los responsables de las ramas del aparato del Gobierno del estado, y aclarar el crimen en términos judiciales y políticos.
Juan Antonio Acosta Cano, de 55 años de edad, un político de alcances meramente locales -funcionario menor en la comunidad y el estado, alcalde de Santa Cruz de Juventino Rosas en un par de ocasiones y diputado local en segundo turno-, se había registrado como precandidato único del PAN a la alcaldía de su municipio que buscaría por tercera vez.
En Santa Cruz de Juventino Rosas, unos 80 mil habitantes en la región Laja-Bajío del estado, fue capturado en agosto del año pasado José Antonio Yépez, ‘El Marro’, líder del ‘Cártel de Santa Rosa de Lima’. Los restos de sus filas libran aún batallas cruentas con el ‘Cartel Jalisco Nueva Generación’, de Nemesio Oseguera, ‘El Mencho’. Es gobernado por el PRD. En 2006 Acosta Cano fue su primer alcalde de origen panista.
Ahí mataron al diputado a sangre fría.
En ropa deportiva, caminaba en las calles del centro de la cabecera municipal. Apenas serían las nueve de la mañana. Un desconocido se acercó a su espalda y le disparó a la cabeza. El diputado murió al instante. El pistolero se alejó caminando.
En la jerga que mejor acomoda al entramado oficial de la prevención del delito y la procuración de justicia en Guanajuato, y sus vocerías incontables -en sus afanes de encapsular a los asesinatos como asuntos entre criminales-, al diputado lo mataron en ‘un ataque directo’. Lo ejecutaron. Eso complica las cosas. Ahora habrá que explicar los motivos por los que el legislador blanquiazul murió en lo que todo apunta a una acción del crimen organizado.
El día de los hechos, el martes de esta semana, las redes sociales jugaron una mala pasada, otra, al gobernador.
A las 09:40 horas daba cuenta de la reunión del gabinete de seguridad -“La seguridad de los guanajuatenses sigue siendo nuestra prioridad. Iniciamos el día en la sesión de la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz”-, escribía en twitter.
Apenas 25 minutos después, a las 10 y cinco de la mañana, en la misma red social: “Lamento profundamente el asesinato del diputado local Juan Antonio Acosta Cano y condeno enérgicamente estos hechos, hago un llamado a la @FGEGUANAJUATO para que esclarezca este caso y lleve a la justicia a los responsables”.
El fiscal Carlos Zamarripa, casi ‘por alusiones personales’, echó mano a la fórmula ‘de cajón’ y apresuró su reacción a la confirmación del crimen que hacía su exjefe formal.
Escribió en twitter el fiscal: -“#FGEInforma El Fiscal general @carloszamarripa asignó a la Fiscalía especializada en delitos de alto impacto y una célula completa de @AIC_Guanajuato para que esclarezca el asesinato del diputado Juan Antonio Acosta Cano y llevar a la justicia a los responsables”.
Horas después, ‘la célula completa’ se dio a la tarea de catear la comandancia de policía del pueblo y requisar artículos personales, documentos oficiales, mobiliario, armas, teléfonos celulares particulares y frecuencias oficiales. En 2019, en los momentos de mayor despliegue de la violencia de ‘El Marro’ ya habían hecho lo mismo. Y nada.
En el muy improbable caso de la resolución del hecho -que no el mero ‘esclarecimiento’-, más allá de la consabida fórmula de apresar, consignar y sepultar en fojas a un par de anónimos -lo otro es la apuesta al olvido-, el fiscal debiera ofrecer mayores precisiones dadas las implicaciones políticas del caso. Pero, eso no sucederá.
LA POLÍTICA
En el Congreso del estado están confundidos. La Legislatura 64 que lidera el panista Jesús Oviedo Herrera, oriundo y avecindado en Cortazar -en la misma zona caliente de Santa Cruz de Juventino Rosas-, ha sido incapaz de ofrecer al gobernador Diego Rodríguez ya no el contrapeso político y administrativo al que les obliga la Constitución -y asumir la independencia que les obsequia-, ni siquiera una colaboración redituable.
Los diputados, repetidores quienes ocupan las posiciones decisorias, fueron el brazo operador y son el soporte legal y funcional de la permanencia del secretario de Seguridad estatal Alvar Cabeza de Vaca Appendini, y de la conversión de Carlos Zamarripa Aguirre de Procurador de justicia a Fiscal ‘autónomo’. Hoy, atrapados en el discurso exigen una justicia pronta.
Tras los tuits que como acto reflejo provocan las herramientas digitales, el Congreso local ofreció un homenaje luctuoso de cuerpo presente en el salón del pleno, en memoria de su compañero Juan Antonio Acosta Cano. Le rindieron un minuto de aplausos y una guardia de honor.
Los redactores de los discursos de Jesús Oviedo se tiraron al piso de los lugares comunes hasta hacerlo decir que “para Toño la política no era un mero instrumento para acceder al poder sino una herramienta para construir el bien común”. En fin.
La muerte violenta del diputado irrumpe en el proceso electoral 2020-2021 en Guanajuato, en el que se renuevan precisamente el Congreso local, los 46 ayuntamientos y las diputaciones federales. A nadie extrañaría que las condiciones del año descritas -a las que se suma el activismo de ‘Morena’, que detenta el poder federal-, interrumpan el carácter anticlimático tradicional que identifica a las elecciones intermedias.
El panismo guanajuatense evidencia los estragos del desgaste político de una estancia larga en el gobierno. En ambos sentidos, el deterioro va del fin de la democracia interna en su partido, a la adopción de los vicios en el gobierno que antes denostó en el Revolucionario Institucional, el PRI, del que ahora, por si algo faltara, es aliado.
Acción Nacional sufre hoy para encontrar perfiles atractivos al electorado, a los que pueda colocar en sus candidaturas. Las alcaldías del corredor industrial -perfiladas al relevo de la gubernatura en 2024-, son prueba de ello. Irapuato y Celaya, se antojan indefendibles. León, dada su población, es la más peligrosa.
En este municipio, envían como su candidata a Alejandra Gutiérrez Campos, una contable con una hoja de servicio intachable, diputada local en funciones, pero sin ápice de experiencia política que pinta presa fácil de la esgrima verbal del abogado Marcelino Trejo, de confirmarse su candidatura en Morena. Si atiende las redes sociales de don Marcelino, entenderá la malicia política -agradecible, si hasta eso-, con la que sin duda abordaría su campaña.
Una sucesión de tuits para el olvido, un minuto de aplausos, exigencias huecas y declaraciones de ocasión no parecen una reacción suficiente a crimen tan aborrecible como el que se cometió en la persona del diputado Juan Antonio Acosta Cano, tan condenable como el de los miles a los que se suma en Guanajuato. Sus deudos y la sociedad, aguardan otras respuestas. Los días corren sin un pronunciamiento puntual, concreto, enérgico del gobernador.
A Diego Sinhue Rodríguez Vallejo tocará en (mala) suerte conmemorar el próximo 26 de septiembre, el 30 Aniversario del PAN en el Gobierno de Guanajuato, que comenzó en 1991 con aquella estampa del gobernador interino Carlos Medina Plascencia, y en sus flancos el gobernador saliente Rafael Corrales Ayala y el Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari.
Tres décadas después, un escenario peor imposible.
(A) LA JAULA
Leticia Villegas.
La síndica de León Leticia Villegas, se toma en serio su candidatura repetidora. Se coloca del lado cuerdo del mundo y apuesta su oposición pública a la ‘Feria de León 2021’ -“y entonces imagínese aforo de 5 millones de gente, no te la acabas aquí…” – Así sean ‘los motivos del lobo’, qué bueno.
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